jueves, 30 de enero de 2014

Riquezas

Hoy he leído un pequeño artículo publicado por Ángeles Caso en La Vanguardia, titulado algo así como “Necesito poco, y lo poco que necesito, lo necesito poco”... Con sinceridad, me ha hecho reflexionar. Y mucho.

Es curioso el modo en el que el día a día nos envuelve, nos ciega, nos lleva de un sitio para otro, casi sin dejarnos siquiera el tiempo necesario para pensar. Y puede que todo esto sea intencionado para mantener el equilibrio de algunos frente a otros, que hayamos creado una sociedad en la que todo vale, pero nada vale en realidad: nos ciega el consumo, lo que tenemos, el creer que un mejor coche, un mejor piso o vestir con ropas más caras nos hará superiores a los que nos rodean. Y, ¿por qué negarlo? La mayoría nos sentimos vencedores cuando esto ocurre; en una palabra, sentimos que tenemos éxito. Sin embargo, si te paras a pensar durante un momento, te das cuenta de que eso que tanto crees que vale, realmente no vale nada. Aquello que no se materializa, que nos da pequeños momentos de felicidad es lo más valioso que podemos haber tenido, aquello que nada ni nadie nos puede quitar, pues pasó a formar parte inherente de nosotros.

Como siempre ha dicho mi padre, “no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”...

¿Será que me hago mayor?

1 comentario:

  1. En el famoso diálogo entre Creso y Solón... este le comenta que nadie es feliz antes de morir; y mi amigo Leonardo Polo, más claro, afirma que "todo éxito es prematuro" (hay que esperar a la muerte para comprobarlo). ¿Has leído a Epícteto? La austeridad es una virtud en desuso, pero es inherente a las necesidades humanas para realizar la mismidad de la humana humanidad. Y la velocidad... Con cariño.

    ResponderEliminar